TODO GREY

sábado, 22 de abril de 2017

Todo Grey - Su liberación - Capítulo 16 - Confidencias de almohada

Anastasia se dispone a cortarme el pelo. Me pregunta por las tijeras y le indico que están en mi estudio. Se pone mi camisa y baja corriendo.  No tarda mucho en volver, pero lo hace algo sofocada. Cuando iba a entrar a por ellas, ha visto a Taylor y a Gail besándose, algo que la extraña sobremanera. No tiene nada de particular, son libres, conviven bajo el mismo techo, y ambos se atraen, normal que eso suceda. Y también me dice que al salir del estudio se ha encontrado con Taylor, y a ambos les ha dado vergüenza. Ana me dice que no termina de acostumbrarse a vivir con más gente en el apartamento; habrá de tener más cuidado, ya se irá acostumbrando.  Me cuenta que en uno de los cajones de mi escritorio ha visto que hay un arma. Tengo explicación para eso: fue la que quité a Leila; la guarde allí y se me había olvidado por completo.  La pondré en la caja fuerte mañana mismo.  No me gustan las armas; mis padres nos enseñaron desde pequeños, que no traen más que problemas. Las detesto, aunque no puedo evitar que mis guardaespaldas las lleven, pero tienen terminantemente prohibido hacer uso de ellas.  Para ser un espacio tan corto de tiempo lo que ha tardado en ir a por las tijeras, ¡ caramba, qué de cosas ha visto ! Tiene una curiosidad insaciable, ansiedad por saber cosas.  La verdad es que aún no nos conocemos bien, bueno, ella no me conoce del todo, porque yo si sé todo lo que se refiere a ella.




Me acomodo en la silla y Anastasia, se concentra en el corte de pelo.  Yo la observo sonriente y complacido de esta nueva situación nuestra. La observo como pone entre sus dedos un mechón de pelo y lo corta.  Con precisión y firmeza, tal cual lo hacen los profesionales.  Es algo que me extraña, no conocía esa faceta suya.  Se arrima demasiado a mi cara e inhalo su olor que es una mezcla de olores, de perfumes y sexuales.  La indico que no se acerque tanto, pues de lo contrario no terminaremos con el asunto que nos entretiene en estos momentos.  Ella sonríe, pero no me contesta.  Tras unos minutos, se retira un poco para contemplar su trabajo; parece un pintor contemplando su cuadro.

- Ya está - me dice satisfecha.

Yo me miro en el espejo, giro la cabeza a un lado y a otro y compruebo que está perfecto.  Le hago notar mi satisfacción y asombro por su maestría.

- No es nada - me responde risueña- Se lo he cortado a mi padre durante años.

Desde que me comentó el encuentro casual de Taylor y Gail visto por Ana, no paro de darle vueltas a la cabeza. Ellos son unos empleados perfectos, que según opinión de Ana me tienen cariño. Vamos a tener una casa grande, con espacio de sobra.

-Estoy pensando que podríamos habilitar una vivienda encima del garaje para Taylor y Gail. El podría tener más a menudo a su hija . Total, cada noche se juntan en una sola habitación ¿ qué mas da que compartan el mismo techo allí? Ya lo están haciendo aquí. Creo que es buena idea; les aprecio yo también.  Taylor es muy buen empleado, tengo mucha confianza en él; ha sido siempre muy discreto y Gail lo mismo.  jamás han mencionado nada...,  de lo que ...  bueno...  de eso.

- Yo también pienso que estás acertado.  Me gusta mucho esta pareja. Ella es mayor que Jason ¿ no ?
-Si, creo que dos o tres años, no estoy seguro. O quizá más, no sé. Nunca me he ocupado de ello
- Es extraño, aunque mirándolo bien, ella es muy atractiva
- Hay hombres a quién le gustan las mujeres mayores ...- Inmediatamente me doy cuenta y no termino la frase ¡Mierda! ! he vuelto a meter la pata.  Seguro que cree que hago alusión a Elena. Y aunque durante un tiempo me gustó, fue por otro motivo que nada tiene que ver con la edad.  Noto que ella baja la vista, ya no sonríe y me dice con desgana

- Ya... ¿ Vas a hablar con Gia ?
-Si. Mañana mismo la llamaré para que incorpore esa vivienda al plano.  Deseo que sea amplia y bonita. Cómoda, que les permita vivir bien y que la hija de Jason se encuentre a gusto .
- Nunca la trae aquí. ¿Se lo has dicho alguna vez ?

Ahora que lo menciona me doy cuenta que nunca le dije nada, y que él quizá por prudencia nunca lo ha insinuado.  También puede que sea por nuestras andanzas sexuales, me hace ver Ana, y posiblemente tenga razón.  Pero si tienen una vivienda independiente, ellos tendrán más intimidad, y nosotros no tendremos que andar escondiéndonos siempre.  Aunque posiblemente, al ser la casa más grande, tengamos que tener más personal para el servicio. Va a ser demasiado trabajo para que la atienda Gail solamente.  Todo eso lo hablaré con Ana cuando la reforma esté en marcha. Pero si, decidido haremos esa incorporación.


Le he dicho a Ana que deseo sea la directora de SIP,, que sea ella la que se entreviste con los autores y lleve el control de las obras a editar, en definitiva que sea la jefa, aunque Roach permanezca como director, pero que ella sea la dueña que haga y deshaga como crea conveniente.  Estoy dando los últimos toques a un trabajo que debiera haber terminado esta tarde, pero entre unas cosas y otras no me he ocupado.  Ana ya está en la cama y aguarda para que me reúna con ella. Dejo todo en el portafolios para que mañana no lo olvide.   Apago la luz de la lámpara de encima de mi escritorio, y me dispongo a ir a la cama.  Posiblemente Ana ya estará dormida; he tardado más de la cuenta. Cuando entro sigiloso en el cuarto, veo que Ana me espera.  Se incorpora en la cama y me observa mientras me pongo el pijama.  Siempre me mira cuando me estoy desnudando; a mi me gusta que lo haga y siempre sonrío ante el hecho de que aún le guste a mi mujer contemplar el cuerpo desnudo de su marido. ¡ Es tan excitante !

Me introduzco en la cama, y como cada noche ella se pone de espaldas a mi, y yo atraigo su cuerpo y la abrazo con los brazos y las piernas.  Al cabo de un rato me dice a bocajarro

- Christian, no quiero ser la directora de SIP, sólo la editora . No quiero una empresa.  No sé nada de negocios. A mi lo que me gusta es leer los manuscritos y averiguar el potencial de cada obra, y hablar con los autores, y cambiar impresiones.  Pero no tengo ni idea de negocios
- Eres muy capaz de hacerlo Anastasia. Yo era muy joven cuando empecé.  Además no estarás sola; tienes a Roach que es buen profesional y te ayudaría, y me tienes a mi si deseas consultar algo sobre finanzas. Inténtalo al menos.  Eres inteligente y te apasiona tu trabajo.
- Pero puedo crear una catástrofe  y meter la pata con alguna novela que resulte un fracaso.  Me moriría de vergüenza y todos dirían que fui prepotente
- Ana, no siempre tendrás la varita mágica y acertar con una edición exitosa. Habrás que contar con los gustos del público; lo mismo hay que hacer ediciones tras ediciones, que no vender ningún ejemplar.  Pero de eso nadie tiene la culpa, y les ocurre a todos,.  Nos ocurre a todos, en todos los negocios
- A ti seguro que no. Te licenciaste en economía y no hay más que ver el éxito de tus empresas. Tengo miedo.  No creo que esté capacita para ello. No quiero ni pensar se se producen pérdidas
- No te preocupes por eso. Si llega a ocurrir, sobreviviremos. No te asuste ese tema. Inténtalo al menos durante una temporada.


Seguimos charlando sobre ello, es decir dar vueltas y vueltas sobre su opinión y la mía. Al fin creo que la he convencido, y al menos lo intentará.  Estoy seguro de su éxito.  Es valiosa y pone mucho corazón en lo que hace, porque le apasiona su trabajo.  Cuando discutíamos esta tarde, la dije algo que de momento no comentó nada, pero ahora, tranquilos, en la intimidad de nuestro dormitorio y a punto de dormirnos, me suelta de improviso.

-¿ Qué querías decir con que si estoy enfadada te lo hiciera pagar en la cama? No te entendí. A qué te referías. ¿ Quieres que te ate para hacer el amor?

La alarma suena en mi cabeza.  No, Ana, no es eso lo que quería decir, al menos en la primera parte. No sé cómo respondería si me acariciaras, si me besaras, si me tocaras, y yo por estar atado  no pudiera tocarte. No respondo de mi. Creo que no podría hacerte el amor dulcemente.  Es muy posible que fuera brusco y duro, como antaño, y no quiero contigo, nada que recuerde  otras ocasiones, aunque algunas de ellas hayan sido contigo. Pero fueron al principio, cuando aún no me daba exacta cuenta de lo que representas para mi. Sé que aún me queda mucho camino por recorrer, por eso no deseo tentar a la suerte, porque pienso que sería retroceder, y estoy más que satisfecho con todo lo que vamos consiguiendo.  Ella se da cuenta de mi reacción y quiere rectificar en el acto presa de pánico, o porque quizá intuye algo terrible. La tomo de la mano y la pongo sobre mi corazón que late muy deprisa . Debo tener los ojos muy abiertos, porque ella se disculpa en el acto alarmada. Se incorpora y comienza a besarme en la comisura de la boca, en la boca misma, en el pecho, me acaricia la cara y juguetea como hace a menudo con mi cabello. ¡ Oh Ana ! no te alarmes, no te haría daño, pero sería difícil controlarme y sin cesar hacerte mía una y otra vez, como ahora por ejemplo.


 Le doy la vuelta y me pongo encima de ella.  Ahora soy yo quién la besa, la acaricia, quien de nuevo recorre su cuerpo centímetro a centímetro. A esto es a lo que me refería: que me sedujeras una y otra vez, durante toda la noche. Y volvemos a sentirnos el uno del otro y de nuevo invadimos nuestros cuerpos y nos poseemos con frenesí, como si fuera la primera vez que nos poseyéramos.  Y las dulces palabras con las tiernas caricias se suceden incesantemente.  Ella pasea sus manos por mi espalda y yo también, llegando hasta sus nalgas.  Ella levanta sus piernas enroscándolas en mi cintura y yo me pierdo en ella una vez más. Y la poseo despacio saboreando el momento y ella me pide que acelere, y yo lo hago una y otra vez. Esta vez olvido el sexo vainilla y es excitante porque ella me acompaña y ambos nos perdemos en el más ardiente frenesí de nuestro encuentro sexual. Nunca ese acto tan íntimo, es aburrido con Ana.  Siempre despierta en mi la excitación que lo hace distinto noche tras noche. Y se suceden las palabras de amor, los besos la ternura, el amor que me impulsa a poseerla una y otra vez sin a penas descanso.  Ella lo recibe con los ojos cerrados saboreando cada instante de nuestro inmenso placer sexual, de nuestro inagotable deseo de pertenecernos mutuamente



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