Ana, nerviosa se apresura a meter en una bolsa de viaje, algo de ropa. Mientras ella lo hace, yo contacto con Sawyer y le doy órdenes para que sea el guardaespaldas de Anastasia; no debe dejarla ni un instante sin protección. Ryan y Taylor, están prestos para lo mismo. Todo el dispositivo está en marcha, pero seguimos sin localizar a Leila. Ordeno a Ana, que se meta en el coche: yo conduciré.
Mientras ella sube al piso de arriba, a su habitación, yo, acudo al despacho de vigilancia y, junto con los guardaespaldas, visionamos las, entradas al edificio, al aparcamiento y hacemos un barrido por mi apartamento, que exceptuando los dormitorios, está todo bajo el control de las cámaras. Lo hemos ampliado a las dependencias de la vivienda de Taylor y Gail, por si acaso.
Aquí estamos, estará a salvo. Franco ha llegado y subo a buscar a Anastasia; la encuentro sentada en el suelo con cara de preocupación.
- ¿ Te ocurre algo ? - la pregunto al ver su gesto
- Si me preocupa Christian. Fíjate en esto - y me señala el vestidor de su habitación totalmente ocupado por la ropa que he encargado para ella.
- Anastasia, ésto no es nada. Lo encargué para ti antes de nuestra separación. Nunca pensé en devolverlo; tenía la esperanza de que regresaras
- Pero esto... es excesivo. Yo no necesito tanta ropa.
- Si la necesitas. Tendrás que acompañarme algún día a las reuniones a las que suelo acudir, no por diversión, pero sí por trabajo. En muchas hay que acudir acompañado por tu pareja, y tú lo eres. ¿ O prefieres que vaya con... Elena, por ejemplo ?
- Ni la menciones, por favor. Ni la menciones. Está bien. Tendrás que decirme cómo debo ir esta noche.-
. He mencionado a Elena con toda intención, para que de una vez deseche esa constante preocupación por los gastos que hago para ella. ¡ Es absurdo !, pero he de aceptarlo. Es una mujer totalmente desinteresada, y eso en el fondo me agrada, porque estoy seguro de sus sentimientos hacia mi.
. -Creo que con este traje irás perfecta-. Le indico uno plateado con escote palabra de honor, que deja al descubierto sus hombros y parte de su espalda. Tiene una piel preciosa; merece la pena contemplarla..
Si has terminado con tu inspección de ropa, Franco ha llegado.
Bajamos las escaleras cogidos de la mano. Hasta el mismo Franco, sonríe satisfecho al comprobar el rostro y el cabello de Ana. A ella le resulta simpático, y al instante se establece una corriente de simpatía mutua. Les acompaño hasta mi cuarto de baño y les dejo solos. Ellos se entenderán con lo que ha de hacerse. Mientras tanto, mi preocupación no se calma y retorno al cuarto de vigilancia. De nuevo se han corregido las cámaras, ampliando el perímetro. Más tranquilo, vuelvo al salón, y pongo la música ambiental y procedo a leer los periódicos del día. Necesito centrarme en algo que no sea el problema que tenemos. Me pierdo en el tiempo; no sé si ha transcurrido una hora o más. El caso es que cuando salen Ana y Franco, me quedo boquiabierto con el corte y peinado que ha realizado. Está sencillamente preciosa. Con este nuevo estilo de peinado, hace que resalte más las dulces facciones de ella y sus hermosos y grandes ojos azules. Hasta el mismo Franco alaba el cambio, y eso que está acostumbrado a tratar a mujeres hermosas. Tras un breve comentario y la degustación de un café, el peluquero se marcha.
Sé que ella está deseando acariciarme, y eso es algo difícilmente soportable para mi. Pero al mismo tiempo necesito sentir su ternura, necesito sentir el tacto de su mano por mi cuerpo. Se me ha ocurrido algo. He rebuscado por el baño de la habitación de Anastasia, a ver si encontraba algo. Exactamente alguna barra de labios olvidada, y aunque no me gusta mucho la idea, no se me ocurre nada mejor. Anastasia, apenas si pinta sus labios y Gail no está en estos momentos; claro que podía pedírselo a Tayor, pero ha salido a revisar el garaje. Después de buscar por miles de cajoncitos, y puertas del baño, en el último rincón de uno de ellos, encuentro lo que busco. Es de un color rojo chillón, pero como no encuentro algo más apropiado, doy por válido éste.
- Ven conmigo - la digo, y ella extrañada me tiende su mano
- No te preocupes, no vamos a estropear el peinado, es algo que deseo que hagamos.
Ya en mi habitación, me quito la camisa y me siento en el centro de la cama con las piernas estiradas.
- Ven, Anastasia, sube y siéntate encima de mi - Creo que ella piensa en otra cosa, en que le voy a hacer el amor, de otra manera. Sonrio con este pensamiento. Está muy lejos de imaginar lo que tengo en mente. Ella se quita la falda para tener más libertad, y hace lo que la digo. De un bolsillo de mi pantalón saco la barra de labios, la destapo y se la muestro. Ella piensa que será parte del maquillaje que se pondrá esta noche, y yo me rio.
- Cógelo
Cada vez más perpleja lo hace y yo pongo mi mano sobre la de ella, y comienzo a trazar una raya desde mi garganta, el hombro, bajando por mi cuerpo hasta el estómago, y le doy indicaciones de que ella continúe hasta el otro extremo. Noto que su mirada se centra en mis cicatrices, pero no dice nada y termina lo que yo empecé. Con una sonrisa triste, me mira y da por concluido el trabajo que le he encargado. Muevo negativamente la cabeza, haciéndola saber que ha de seguir. Me doy la vuelta y al observar las señales de mi espalda, ya no puede contener el llanto, y quedamente sigue trazando la linea. A penas puede balbucear unas palabras y dice en voz alta, algo que es más que una pregunta; es una reflexión
- ¿ Quién te ha hecho esto? ¿ Qué ser puede hacer algo así a un niño ? ¿ Tu madre ?
- No ella no, No se preocupó por mi, pero no me maltrató. Fue su proxeneta.. Me pegaba con un cinturón y apagaba sus cigarrillos en mi. Ahora comprenderás el porqué nadie puede tocarme. No puedo soportarlo; sólo pensar en aquello se me hace insufrible.
- Significa que ¿podré tocarte a partir de la raya roja?
- Eso es. Buena chica. Pero por favor, no te apartes de ella.
Con mano trémula, sin a penas rozarme, pasa sus dedos por mi cuerpo sin acercarse al trazado. Yo me tenso, no puedo evitarlo, y ella lo nota. Llora desconsoladamente llena de angustia, y yo la abrazo y trato de restar importancia a todo mi pasado. Pero ella sabe que no es así; me besa tomando mi cara entre sus manos y su angustia se traducen en caricias y palabras hermosas de amor, que para mi son un bálsamo para los recuerdos que he compartido con ella. Y yo respondo a sus besos y tomo su boca con fuerza; deseo sentirla y es ese momento tan íntimo, en el que he destapado una de mis sombras, siento que la deseo fervientemente, que la necesito, y que me importa un pimiento si la despeino y descompongo la obra de Franco. La tomo de la cintura y la deposito sobre la cama al tiempo que la quito la camiseta. Necesito sentir su piel sobre la mia y la poseo y nos poseemos mutuamente, como si nos fuera en ello la vida. Algo nos ha unido aún más. Ella va destapando sutilmente, " el tarro de las esencias" y va conociendo poco a poco mi alma perturbada y perturbadora. Por primera vez siento sus suaves dedos, deslizándose sobre mi cuerpo. Entorno los ojos. Deseo sentirlos, pero al tiempo no me confío, aunque también pienso que quizá no me torturara tanto, si traspasara la barrera invisible que acabamos de trazar. Tenemos un coito desgarrador, dulce,pletórico de amor y de caricias... extraordinario, no por el sexo, sino por lo que de entrega tiene mutuamente. Ahora, ya descansando, siento su cabeza sobre mi pecho, dentro de la zona que no debía traspasar, y acaricio su rostro y su cabello, y algo extraño, que me asombra a mi mismo: la tensión ha desaparecido y me agrada tenerla sobre mi, sin una camiseta que me proteja de su tacto, sino piel con piel de su rostro sobre mi pecho, tratando de acariciar cada una de mis cicatrices, pero no lo hace. Sabe perfectamente que no puede traspasar la frontera roja, y ella lo respeta, porque ahora sabe el motivo de ese comportamiento.
La tarde pasa rápido y nosotros tenemos un evento en casa de mis padres. Creo que ha llegado el momento de comenzar a engalanarnos para dicha ocasión. Me he duchado, y puesto el pantalón y la camisa del esmoquin. Decido probar uno de mis juegos y me dirijo hacia la habitación de Anastasia. Ella también está a medio vestir, sólo con su ropa interior. Me deleito contemplándola está preciosa con un corpiño, con el liguero y los tacones. Sólo le falta el vestido, pero antes de ponérselo le enseño el artilugio que porto . Deseo que lleve las bolas chinas. Sonrío al enseñárselas porque conozco el resultado. Ella duda por un espacio corto de tiempo. Me mira y me formula una pregunta
- ¿ Esta noche?.¿ En casa de tus padres ? ¿ En la fiesta ?
- Siempre te las podrás quitar
-Bueno...- me dice sonriendo
Estoy complacido al contemplar sus nalgas y lo confiada que se me presenta. Yo pienso en lo que será esa noche a nuestro regreso, aunque para eso faltan muchas horas. Probablemente no aguante tanto, pero por si acaso...Una vez colocadas en su lugar. Ella se ruboriza un poco; no se si es por pudor, o porque están empezando a hacer su magia, y eso que aún a penas ha caminado. Del bolsillo de mi pantalón extraigo una caja de Cartier que porta un par de pendientes de diamantes, sencillos, pero exquisitamente engarzados, que compré para ella. Estaba previsto que los luciera el día que nos separamos, así que he decidido que ésta es una buena ocasión para sellar nuestra vuelta. Ella me mira agradecida; no opone resistencia ni rechazo, y yo me tranquilizo.
- Los compre para que los lucieras la semana pasada, pero... Bueno ya sabes lo que ocurrió. Así que hoy es un día perfecto para que los lleves. Es mi segunda oportunidad- Decido que es mejor que terminemos de vestirnos y salgo de su habitación.
Estoy de espaldas dando las últimas órdenes a los chicos protectores, me giro al ver por un instante, que sus miradas se dirigen en dirección a las escaleras, y al darme la vuelta, comprendo la razón de ello; Anastasia baja, radiante, hermosa, por ellas, ya vestida para acudir a la fiesta de mis padres. Todos desaparecen para dejarnos solos. He descorchado una botella de Bollinger. Deseo que brindemos, a solas, ella y yo. Hoy hemos dado un gran paso; ha conocido algo que muy pocas personas saben. Hemos hecho el amor y vamos de fiesta, aunque para mi no es una novedad: año tras año, asisto a ellas. pero este año es distinto: : voy acompañado de una hermosa mujer, y que además es mia. Alzo mi copa al tiempo que ella hace lo mismo y bebemos un sorbo: Le indico que es una fiesta en la que hemos de ocultar nuestro rostro bajo unos antifaces, que todos llevarán.
La noto contenta, y por fin, hay rubor en sus mejillas. No sé si por la emoción de ser presentada " oficialmente " como mi novia, o porque las bolas están haciendo efecto en ella. No me doy por enterado para no crearle violencia. En el fondo me divierte este juego perverso, y lo disfruto, porque sé que no va a resistir toda la noche con ellas dentro, y me pedirá un alivio, algo a lo que responderé encantado ¡ ya lo creo !.
Con nuestros antifaces ya puestos, avanzamos por el paseo central de la casa de mis padres. Todo son luces que engalanan no sólo la entrada, sino el jardín, puesto que es allí donde se celebra. Hay mucha gente, parece ser que este año el programa es más divertido, o puede que la diversión y curiosidad se centre en nosotros. La voz de que el hijo mediano de los Grey, va acompañado de una mujer, ha corrido como reguero de pólvora. Creo que todos piensan que mi inclinación sexual no va pareja a las mujeres, sino todo lo contrario. Me importa un pito lo que piensen y me rio al pensar ¡ si vosotros esupíérais!. Mis padres a la entrada reciben a todos los invitados, y se quedan sin habla al vernos, sobretodo a Anastasia, que está impresionantemente bonita. Mi padre no puede ocultar su cara de satisfacción; es como si le quitaran un gran peso de encima. Se acerca a Ana y deposita un par de besos en sus mejillas, algo inusual en él. Mi madre la abraza con cariño, y yo siento un profundo orgullo de habérsela presentado. ¡ Por primera vez, Grey ! repite mi yo interior. Al segundo aparece mi hermana, tan exagerada como siempre, y también abraza a mi pareja. Los tres han dado el visto bueno. Falta Elliot, que está de vacaciones con Kate. Quién iba a decir que de aquella extraña noche de Portland acabaríamos los dos emparejados, aunque francamente, Kate no termina de caerme bien.
Nos adentramos por el jardín hasta llegar a nuestra mesa que está presidida por mis padres, y a ella nos sentamos junto a mi hermana y abuelos, que encantados están entablando conversación amable y distendida con Anastasia. En un aparte, y que sólo puede escuchar ella, la digo
- También te has ganado a mis abuelos. Nos has embrujado a todos. Ahora no tendrás dudas.- Ella sonrie y me mira con una mirada algo suplicante. Se lo que la ocurre, pero deseo que el juego continúe.; quizás esté siendo algo perverso, pero después me lo agradecerá. Y comienza el desfile de camareros y la sucesión de platos deliciosos que componen el menú de esta noche, rutinaria de siempre, pero especial, muy especial para mí.
Termina la cena. Ana revisa el programa de actos y l.as donaciones efectuadas. Abre mucho los ojos cuando lee mi donación y la de Elena. Decide cerrar el programa y lo deja sobre la mesa. Se mueve inquieta en su silla, y no se si es por la incomodidad de lo que lleva o el hecho de conocer que tengo una propiedad en Aspen y que Elena ha donado un tratamiento completo de belleza en la central de Esclava. Trato de tranquilizarla y paseo suavemente mi dedo pulgar por su espalda desnuda. Me deleito en el juego, pero ella, quizás animada por la variedad de vinos servidos, ha perdido parte de su timidez, y por debajo de la mesa, tras ahuecar el mantel en su falda, inicia un recital de caricias por mi muslo. No me altero, exteriormente claro, soy muy hábil en disimular mis emociones. La dejo que continúe, a pesar de que se vuelve más atrevida y llega hasta conseguir lo que buscaba. Mi entrepierna se resiente, y ella sonríe levemente, pero ha de atender una pregunta de mi abuelo, y eso hace que interrumpa su caricia erótica.
Se suceden las subastas y ella apuesta por mi donación, es decir dona el importe íntegro de la venta de su coche, algo que me enfurece momentáneamente, porque lo interpreto como un desafío, aunque sé que no ha sido tal, sino un donativo para la obra benéfica que fundaron mis padres para niños con problemas como los que yo tuve.La debo un fin de semana en mi casa de Aspen. A su término me dice que tiene una necesidad imperiosa de deshacerse del artilugio que la he colocado. Nos levantamos ambos pensando en lo que se aproxima, pero mi hermana se ofrece a acompañarla y yo no tengo más remedio que ceder. A continuación las subastas por las chicas más bonitas. Aunque no están hechas con esa intención, A Anastasia le incomoda tenerse que exhibir, siquiera por un momento ante tanta gente que no le quitarán la vista de encima.
Está nerviosa, lo sé. Su timidez la supera, y yo estoy disfrutando porque sé cual va a ser el resultado. Por nada del mundo permitiría que bailase con alguien que no fuera yo. Bueno, hay otra persona que me lo ha solicitado, y he accedido porque quiero que se conozcan; es muy importante para mi. Se trata de Flynn. Creo que voy avanzando en su terapia, y estoy dispuesto a llevarla a cabo, aunque en realidad no ha sido su tratamiento el que me ha hecho ver las cosas de otro modo, sino Ana: ella ha sido el artífice del cambio.
Y comienza el juego. Hay máxima expectación, porque nadie sabe quienes están tras el antifaz; sólo nosotros lo sabemos. A Anastasia cada vez el rostro se le torna más preocupado. Mia le ha contado mis historias de peleas en mi adolescencia; creo que tiene miedo que si no gano la subasta , la emprenda a golpes con el contrincante. No te preocupes, alma mía. Eso no sucederá, nunca. No te perderé por nada ni por nadie.
.
Mientras ella sube al piso de arriba, a su habitación, yo, acudo al despacho de vigilancia y, junto con los guardaespaldas, visionamos las, entradas al edificio, al aparcamiento y hacemos un barrido por mi apartamento, que exceptuando los dormitorios, está todo bajo el control de las cámaras. Lo hemos ampliado a las dependencias de la vivienda de Taylor y Gail, por si acaso.
Aquí estamos, estará a salvo. Franco ha llegado y subo a buscar a Anastasia; la encuentro sentada en el suelo con cara de preocupación.
- ¿ Te ocurre algo ? - la pregunto al ver su gesto
- Si me preocupa Christian. Fíjate en esto - y me señala el vestidor de su habitación totalmente ocupado por la ropa que he encargado para ella.
- Anastasia, ésto no es nada. Lo encargué para ti antes de nuestra separación. Nunca pensé en devolverlo; tenía la esperanza de que regresaras
- Pero esto... es excesivo. Yo no necesito tanta ropa.
- Si la necesitas. Tendrás que acompañarme algún día a las reuniones a las que suelo acudir, no por diversión, pero sí por trabajo. En muchas hay que acudir acompañado por tu pareja, y tú lo eres. ¿ O prefieres que vaya con... Elena, por ejemplo ?
- Ni la menciones, por favor. Ni la menciones. Está bien. Tendrás que decirme cómo debo ir esta noche.-
. He mencionado a Elena con toda intención, para que de una vez deseche esa constante preocupación por los gastos que hago para ella. ¡ Es absurdo !, pero he de aceptarlo. Es una mujer totalmente desinteresada, y eso en el fondo me agrada, porque estoy seguro de sus sentimientos hacia mi.
. -Creo que con este traje irás perfecta-. Le indico uno plateado con escote palabra de honor, que deja al descubierto sus hombros y parte de su espalda. Tiene una piel preciosa; merece la pena contemplarla..
Si has terminado con tu inspección de ropa, Franco ha llegado.
Bajamos las escaleras cogidos de la mano. Hasta el mismo Franco, sonríe satisfecho al comprobar el rostro y el cabello de Ana. A ella le resulta simpático, y al instante se establece una corriente de simpatía mutua. Les acompaño hasta mi cuarto de baño y les dejo solos. Ellos se entenderán con lo que ha de hacerse. Mientras tanto, mi preocupación no se calma y retorno al cuarto de vigilancia. De nuevo se han corregido las cámaras, ampliando el perímetro. Más tranquilo, vuelvo al salón, y pongo la música ambiental y procedo a leer los periódicos del día. Necesito centrarme en algo que no sea el problema que tenemos. Me pierdo en el tiempo; no sé si ha transcurrido una hora o más. El caso es que cuando salen Ana y Franco, me quedo boquiabierto con el corte y peinado que ha realizado. Está sencillamente preciosa. Con este nuevo estilo de peinado, hace que resalte más las dulces facciones de ella y sus hermosos y grandes ojos azules. Hasta el mismo Franco alaba el cambio, y eso que está acostumbrado a tratar a mujeres hermosas. Tras un breve comentario y la degustación de un café, el peluquero se marcha.
Sé que ella está deseando acariciarme, y eso es algo difícilmente soportable para mi. Pero al mismo tiempo necesito sentir su ternura, necesito sentir el tacto de su mano por mi cuerpo. Se me ha ocurrido algo. He rebuscado por el baño de la habitación de Anastasia, a ver si encontraba algo. Exactamente alguna barra de labios olvidada, y aunque no me gusta mucho la idea, no se me ocurre nada mejor. Anastasia, apenas si pinta sus labios y Gail no está en estos momentos; claro que podía pedírselo a Tayor, pero ha salido a revisar el garaje. Después de buscar por miles de cajoncitos, y puertas del baño, en el último rincón de uno de ellos, encuentro lo que busco. Es de un color rojo chillón, pero como no encuentro algo más apropiado, doy por válido éste.
- Ven conmigo - la digo, y ella extrañada me tiende su mano
- No te preocupes, no vamos a estropear el peinado, es algo que deseo que hagamos.
Ya en mi habitación, me quito la camisa y me siento en el centro de la cama con las piernas estiradas.
- Ven, Anastasia, sube y siéntate encima de mi - Creo que ella piensa en otra cosa, en que le voy a hacer el amor, de otra manera. Sonrio con este pensamiento. Está muy lejos de imaginar lo que tengo en mente. Ella se quita la falda para tener más libertad, y hace lo que la digo. De un bolsillo de mi pantalón saco la barra de labios, la destapo y se la muestro. Ella piensa que será parte del maquillaje que se pondrá esta noche, y yo me rio.
- Cógelo
Cada vez más perpleja lo hace y yo pongo mi mano sobre la de ella, y comienzo a trazar una raya desde mi garganta, el hombro, bajando por mi cuerpo hasta el estómago, y le doy indicaciones de que ella continúe hasta el otro extremo. Noto que su mirada se centra en mis cicatrices, pero no dice nada y termina lo que yo empecé. Con una sonrisa triste, me mira y da por concluido el trabajo que le he encargado. Muevo negativamente la cabeza, haciéndola saber que ha de seguir. Me doy la vuelta y al observar las señales de mi espalda, ya no puede contener el llanto, y quedamente sigue trazando la linea. A penas puede balbucear unas palabras y dice en voz alta, algo que es más que una pregunta; es una reflexión
- ¿ Quién te ha hecho esto? ¿ Qué ser puede hacer algo así a un niño ? ¿ Tu madre ?
- No ella no, No se preocupó por mi, pero no me maltrató. Fue su proxeneta.. Me pegaba con un cinturón y apagaba sus cigarrillos en mi. Ahora comprenderás el porqué nadie puede tocarme. No puedo soportarlo; sólo pensar en aquello se me hace insufrible.
- Significa que ¿podré tocarte a partir de la raya roja?
- Eso es. Buena chica. Pero por favor, no te apartes de ella.
Con mano trémula, sin a penas rozarme, pasa sus dedos por mi cuerpo sin acercarse al trazado. Yo me tenso, no puedo evitarlo, y ella lo nota. Llora desconsoladamente llena de angustia, y yo la abrazo y trato de restar importancia a todo mi pasado. Pero ella sabe que no es así; me besa tomando mi cara entre sus manos y su angustia se traducen en caricias y palabras hermosas de amor, que para mi son un bálsamo para los recuerdos que he compartido con ella. Y yo respondo a sus besos y tomo su boca con fuerza; deseo sentirla y es ese momento tan íntimo, en el que he destapado una de mis sombras, siento que la deseo fervientemente, que la necesito, y que me importa un pimiento si la despeino y descompongo la obra de Franco. La tomo de la cintura y la deposito sobre la cama al tiempo que la quito la camiseta. Necesito sentir su piel sobre la mia y la poseo y nos poseemos mutuamente, como si nos fuera en ello la vida. Algo nos ha unido aún más. Ella va destapando sutilmente, " el tarro de las esencias" y va conociendo poco a poco mi alma perturbada y perturbadora. Por primera vez siento sus suaves dedos, deslizándose sobre mi cuerpo. Entorno los ojos. Deseo sentirlos, pero al tiempo no me confío, aunque también pienso que quizá no me torturara tanto, si traspasara la barrera invisible que acabamos de trazar. Tenemos un coito desgarrador, dulce,pletórico de amor y de caricias... extraordinario, no por el sexo, sino por lo que de entrega tiene mutuamente. Ahora, ya descansando, siento su cabeza sobre mi pecho, dentro de la zona que no debía traspasar, y acaricio su rostro y su cabello, y algo extraño, que me asombra a mi mismo: la tensión ha desaparecido y me agrada tenerla sobre mi, sin una camiseta que me proteja de su tacto, sino piel con piel de su rostro sobre mi pecho, tratando de acariciar cada una de mis cicatrices, pero no lo hace. Sabe perfectamente que no puede traspasar la frontera roja, y ella lo respeta, porque ahora sabe el motivo de ese comportamiento.
La tarde pasa rápido y nosotros tenemos un evento en casa de mis padres. Creo que ha llegado el momento de comenzar a engalanarnos para dicha ocasión. Me he duchado, y puesto el pantalón y la camisa del esmoquin. Decido probar uno de mis juegos y me dirijo hacia la habitación de Anastasia. Ella también está a medio vestir, sólo con su ropa interior. Me deleito contemplándola está preciosa con un corpiño, con el liguero y los tacones. Sólo le falta el vestido, pero antes de ponérselo le enseño el artilugio que porto . Deseo que lleve las bolas chinas. Sonrío al enseñárselas porque conozco el resultado. Ella duda por un espacio corto de tiempo. Me mira y me formula una pregunta
- ¿ Esta noche?.¿ En casa de tus padres ? ¿ En la fiesta ?
- Siempre te las podrás quitar
-Bueno...- me dice sonriendo
Estoy complacido al contemplar sus nalgas y lo confiada que se me presenta. Yo pienso en lo que será esa noche a nuestro regreso, aunque para eso faltan muchas horas. Probablemente no aguante tanto, pero por si acaso...Una vez colocadas en su lugar. Ella se ruboriza un poco; no se si es por pudor, o porque están empezando a hacer su magia, y eso que aún a penas ha caminado. Del bolsillo de mi pantalón extraigo una caja de Cartier que porta un par de pendientes de diamantes, sencillos, pero exquisitamente engarzados, que compré para ella. Estaba previsto que los luciera el día que nos separamos, así que he decidido que ésta es una buena ocasión para sellar nuestra vuelta. Ella me mira agradecida; no opone resistencia ni rechazo, y yo me tranquilizo.
- Los compre para que los lucieras la semana pasada, pero... Bueno ya sabes lo que ocurrió. Así que hoy es un día perfecto para que los lleves. Es mi segunda oportunidad- Decido que es mejor que terminemos de vestirnos y salgo de su habitación.
Estoy de espaldas dando las últimas órdenes a los chicos protectores, me giro al ver por un instante, que sus miradas se dirigen en dirección a las escaleras, y al darme la vuelta, comprendo la razón de ello; Anastasia baja, radiante, hermosa, por ellas, ya vestida para acudir a la fiesta de mis padres. Todos desaparecen para dejarnos solos. He descorchado una botella de Bollinger. Deseo que brindemos, a solas, ella y yo. Hoy hemos dado un gran paso; ha conocido algo que muy pocas personas saben. Hemos hecho el amor y vamos de fiesta, aunque para mi no es una novedad: año tras año, asisto a ellas. pero este año es distinto: : voy acompañado de una hermosa mujer, y que además es mia. Alzo mi copa al tiempo que ella hace lo mismo y bebemos un sorbo: Le indico que es una fiesta en la que hemos de ocultar nuestro rostro bajo unos antifaces, que todos llevarán.
La noto contenta, y por fin, hay rubor en sus mejillas. No sé si por la emoción de ser presentada " oficialmente " como mi novia, o porque las bolas están haciendo efecto en ella. No me doy por enterado para no crearle violencia. En el fondo me divierte este juego perverso, y lo disfruto, porque sé que no va a resistir toda la noche con ellas dentro, y me pedirá un alivio, algo a lo que responderé encantado ¡ ya lo creo !.
Con nuestros antifaces ya puestos, avanzamos por el paseo central de la casa de mis padres. Todo son luces que engalanan no sólo la entrada, sino el jardín, puesto que es allí donde se celebra. Hay mucha gente, parece ser que este año el programa es más divertido, o puede que la diversión y curiosidad se centre en nosotros. La voz de que el hijo mediano de los Grey, va acompañado de una mujer, ha corrido como reguero de pólvora. Creo que todos piensan que mi inclinación sexual no va pareja a las mujeres, sino todo lo contrario. Me importa un pito lo que piensen y me rio al pensar ¡ si vosotros esupíérais!. Mis padres a la entrada reciben a todos los invitados, y se quedan sin habla al vernos, sobretodo a Anastasia, que está impresionantemente bonita. Mi padre no puede ocultar su cara de satisfacción; es como si le quitaran un gran peso de encima. Se acerca a Ana y deposita un par de besos en sus mejillas, algo inusual en él. Mi madre la abraza con cariño, y yo siento un profundo orgullo de habérsela presentado. ¡ Por primera vez, Grey ! repite mi yo interior. Al segundo aparece mi hermana, tan exagerada como siempre, y también abraza a mi pareja. Los tres han dado el visto bueno. Falta Elliot, que está de vacaciones con Kate. Quién iba a decir que de aquella extraña noche de Portland acabaríamos los dos emparejados, aunque francamente, Kate no termina de caerme bien.
Nos adentramos por el jardín hasta llegar a nuestra mesa que está presidida por mis padres, y a ella nos sentamos junto a mi hermana y abuelos, que encantados están entablando conversación amable y distendida con Anastasia. En un aparte, y que sólo puede escuchar ella, la digo
- También te has ganado a mis abuelos. Nos has embrujado a todos. Ahora no tendrás dudas.- Ella sonrie y me mira con una mirada algo suplicante. Se lo que la ocurre, pero deseo que el juego continúe.; quizás esté siendo algo perverso, pero después me lo agradecerá. Y comienza el desfile de camareros y la sucesión de platos deliciosos que componen el menú de esta noche, rutinaria de siempre, pero especial, muy especial para mí.
Termina la cena. Ana revisa el programa de actos y l.as donaciones efectuadas. Abre mucho los ojos cuando lee mi donación y la de Elena. Decide cerrar el programa y lo deja sobre la mesa. Se mueve inquieta en su silla, y no se si es por la incomodidad de lo que lleva o el hecho de conocer que tengo una propiedad en Aspen y que Elena ha donado un tratamiento completo de belleza en la central de Esclava. Trato de tranquilizarla y paseo suavemente mi dedo pulgar por su espalda desnuda. Me deleito en el juego, pero ella, quizás animada por la variedad de vinos servidos, ha perdido parte de su timidez, y por debajo de la mesa, tras ahuecar el mantel en su falda, inicia un recital de caricias por mi muslo. No me altero, exteriormente claro, soy muy hábil en disimular mis emociones. La dejo que continúe, a pesar de que se vuelve más atrevida y llega hasta conseguir lo que buscaba. Mi entrepierna se resiente, y ella sonríe levemente, pero ha de atender una pregunta de mi abuelo, y eso hace que interrumpa su caricia erótica.
Se suceden las subastas y ella apuesta por mi donación, es decir dona el importe íntegro de la venta de su coche, algo que me enfurece momentáneamente, porque lo interpreto como un desafío, aunque sé que no ha sido tal, sino un donativo para la obra benéfica que fundaron mis padres para niños con problemas como los que yo tuve.La debo un fin de semana en mi casa de Aspen. A su término me dice que tiene una necesidad imperiosa de deshacerse del artilugio que la he colocado. Nos levantamos ambos pensando en lo que se aproxima, pero mi hermana se ofrece a acompañarla y yo no tengo más remedio que ceder. A continuación las subastas por las chicas más bonitas. Aunque no están hechas con esa intención, A Anastasia le incomoda tenerse que exhibir, siquiera por un momento ante tanta gente que no le quitarán la vista de encima.
Está nerviosa, lo sé. Su timidez la supera, y yo estoy disfrutando porque sé cual va a ser el resultado. Por nada del mundo permitiría que bailase con alguien que no fuera yo. Bueno, hay otra persona que me lo ha solicitado, y he accedido porque quiero que se conozcan; es muy importante para mi. Se trata de Flynn. Creo que voy avanzando en su terapia, y estoy dispuesto a llevarla a cabo, aunque en realidad no ha sido su tratamiento el que me ha hecho ver las cosas de otro modo, sino Ana: ella ha sido el artífice del cambio.
Y comienza el juego. Hay máxima expectación, porque nadie sabe quienes están tras el antifaz; sólo nosotros lo sabemos. A Anastasia cada vez el rostro se le torna más preocupado. Mia le ha contado mis historias de peleas en mi adolescencia; creo que tiene miedo que si no gano la subasta , la emprenda a golpes con el contrincante. No te preocupes, alma mía. Eso no sucederá, nunca. No te perderé por nada ni por nadie.
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